Crítica de El Infierno

Cuando Benjamín García, recién deportado de Gringolandia, llega a su México lo hace con una ternura  y una ingenuidad despampanante. Necesita poco tiempo para comprender que todo ha cambiado y que ese México lindo que dejara atrás hace ya veinte años, en lugar de recibirle con las brazos abiertos, le da una bienvenida tan hostil que resulta devastadora. Ante semejante panorama sientes entonces cómo las tripas se te encogen y la empatía que creías tener dormida ya se ha apoderado de ti . Ese Benjamín García, que casi  sin darte cuenta ha pasado a ser Benny,  te ha robado un poquito el corazón y esa devoción por su familia, el amor que siente por "su xula", el espanglish con que platica y ese esfuerzo por convertirse en un "pinche cabrón" sin escrúpulos hacen de él un personaje de lo más entrañable.
Luis Estrada creador de toda esta odisea nos enseña la parte más oscura de este país, del país de los colores,  del tequila, de los mariachi, el chile y las flores. Y el resultado es una impecable crítica sobre el narcotráfico, el crimen organizado, la corrupción, la falta de valores e incluso el analfabetismo. Nos presenta un México que es o que vive su propio Infierno. Lo mires por donde lo mires todo es miedo y miseria. La vida cotidiana se alimenta de mentiras, falsedades, venganzas, oportunismo y de pocas oportunidades donde ni siquiera la religión o la ley te ampara, un lugar donde, como cantaba José Alfredo Jiménez, "la vida no vale nada". La ironía y el descaro con que relata este problema, con que tiñe de sangre el escudo de su patria convierte a este director en un valiente. Y es esta valentía la que le hizo capaz de darle en el orgullo a su país, acercando el estreno de esta película al día de la celebración del Bicentenario de la Independencia de México. La respuesta no se hizo esperar y le llegó en forma de censura, que con descaro y malintencionada,   no fue obstáculo para que esta cinta mexicana se hiciera con numerosos premios y se metiera al público en el bolsillo.
Y a pesar de los tintes dramáticos con que se colorea la película y la violencia desmedida de algunas escenas, Luis Estrada consigue una película divertida, que incluso te arranca alguna carcajada si consigues quitarte de encima el sabor amargo de la denuncia.
Está ambientada con una banda sonora en la que, cómo no, son indispensables los corridos y cuenta con un reparto de escándalo, encabezado por un Damián Alcázar que nos regala un Benny magnífico y que resulta absolutamente creíble. 
En definitiva, esta película es para quitarse el sombrero, ya sea el cordobés, el bombín o en este caso el sombrero charro.



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