Crítica de Blue Valentine

Lo primero he de advertirte ya que si buscas en esta película el típico y a la vez efectivo melodrama americano estás a tiempo de dar un paso atrás. Tampoco culpes a Cindy por no actuar como lo haría Allie, porque ten claro que  ni Ryan Gosling es Noah ni esta historia tiene que ver con el Diario de Noah, pero absolutamente nada que ver.
Esta cinta es cruda, cercana y sin contemplaciones. El director, Cianfrance, narra el comienzo y presente de un matrimonio cualquiera y lo hace con una naturalidad y un realismo tan extremo que por raro que parezca llega a asustar.  A través de los momentos más afables consigue dibujar en el espectador sonrisas abreviadas, sonrisas que desaparecen en esas escenas más duras donde los sentimientos se hacen tan familiares que pueden sentirse en las tripas. Profundiza a la perfección en la realidad sin la necesidad de recurrir a lo grotesco y consigue, de esta forma, crear una empatía increíble en el espectador. La armonía es perfecta, nada es tan dulce como para empalagar ni tan duro como para crear ardor.
Michelle Williams consiguió la nominación al Óscar por esta magnífica interpretación y es que hay que añadir que Blue Valentine llega con cierto retraso a España, teniendo  en cuenta que su estreno en EEUU fue en 2010. Michelle encarna un personaje sin vida, apático y rebosante de frustración, y lo hace de tal manera que más que creíble lo hace palpable. Ryan Gosling, por su parte, independientemente de los excelentes resultados de su caracterización, obra un derroche de talento descomunal, evidenciando  por qué es el actor del momento.
En Blue Valentine se dan cita sentimientos que a todos nos son familiares: la ilusión, el enamoramiento, los flechazos, el abandono, los sueños, la desilusión, el desgaste... y de alguna manera nos hurga las entrañas, nos encuentra y nos hace reflexionar.     
Me ha llegado, me ha atrapado y me ha convencido. Merece la pena. Mucho.

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