A pocos días de que se celebre la gala de los Goya es casi obligado echarle un ojo a esta Blancanieves que aun muda e incolora ha conseguido recopilar ni más ni menos que 18 nominaciones
En esta versión del popular cuento de los Hermanos Grimm se nos presenta una Blancanieves a la española, tanto que hasta se nos ha vuelto torera. Y es en una Sevilla castiza, allá por los años 20 donde, entre toros, costumbrismo y palmas, vive sus dichas y desdichas una Blancanieves que al menos no nos dejará indiferentes.
Desde un principio la idea era arriesgada, un homenaje al cine mudo en estos tecnodías en que el 3D va camino de quedarse desfasado y más aún cuando el cuento ha sido contado y requetecontado (tres versiones para un mismo año). Y es entonces cuando Pablo Berger se abre paso ante las adversidades y nos regala una Blancanieves absolutamente reinventada. Como resultado un bonito cuento, dulce, travieso y macabro a partes iguales.
Aunque a la historia desde luego originalidad no le falta encuentro el guión un pelín mal rematado y donde a veces nos sobran intertítulos otras veces nos faltan, dejando al descubierto agujeritos propios de escasos recursos e imaginación limitada.
En cuanto a las actrices que dan vida a Blancanieves, Macarena García (adulta) me ha convencido pero no me ha emocionado, sin embargo, creo que ha sido un acierto la niña Sofía Oria, un gran descubrimiento, que ha hecho, y de la que han sacado, un magnífico trabajo.
Ángela Molina, en su papel de abuela de Blancanieves está impecable y es que hace ya algún tiempo que su sola aparición en pantalla se convierte en un plus asegurado.
Destaca en exceso Maribel Verdú en su papel de pérfida madrastra, que no podía estar de otra forma que "de miedo" y es que lo que hace la Verdú en esta película es un ejercicio de puro onanismo en un papel que es en sí un caramelo. Y lo que demuestra es que ya son muchos años a la espalda y que si algo sabe hacer a estas alturas es actuar, superándose cuando ya se creía en lo más alto. Tan sobrada ha estado en esta película que ocupa ya inevitablemente el primer puesto en el ranking de las madrastas más malas y me temo que no será posible destronarla. Expresiva, concisa y, a falta de espejito mágico, qué duda cabe, ya te lo digo yo, la más bella del cortijo, de Sevilla y de España. Aprovecho para aplaudir el trabajo del equipo de vestuario en lo que respecta a la película y en especial a este personaje. Vaticino que esta labor se verá recompensada.
Pere Ponce y Josep María Pou no pasan para nada inadvertidos en sus papeles segundones.
La fotografía de esta película es una delicia, aunque en ocasiones esas reminiscencias surrealistas producen deseos de resucitar a Luis Buñuel, que en paz esté, para que eche una mano en eso de salpimentar. De entre muchos fotogramas sobresale ese en que Ángela Molina, abanico en mano, susurra al oído de una Inma Cuesta que luce bella a rabiar. La luz, la plaza, las mantillas, el momento... genial.
Y es que Inma Cuesta y su indiscutible fotogenia representan a la perfección la belleza y el arte de la mujer andaluza. Y es sólo por esto que le doy un olé a esta actriz, porque en lo referente a su breve interpretación de la cantaora Carmen de Triana he de decir que ha dado el cante pero bien. Quizás haya sido por su poca experiencia o quizás porque nadie se acordó de darle indicaciones de cómo parir sin anestesia o incluso de cómo morir con naturalidad (mierda, siempre me pasa, tal vez me tatúe un SPOILER en la diestra). Pero nada, que la chica lo que es estar mona lo está un rato.
Lo dicho, un cuento narrado con gusto, una versión que sorprende tanto como su final. Pablo Berger hace que se nos olvide el blanco y negro, la mudez y hasta esa Blancanieves aburrida que Disney con un beso hizo inmortal.
En fin, una buena película que te deja con un poquito de esa desazón que produce el pensar en lo que es y lo que pudo haber sido. ¿Merece la pena? Mucho. ¿Obra maestra? Me temo que no.